Categoría: Historias

  • La historia de William – Testimonio de un paciente

    La historia de William – Testimonio de un paciente

    ¿Cómo descubrió la opción del implante de pene?

    Claire, la enfermera principal, presentó tratamientos alternativos durante nuestra conversación. Me preguntó: “¿Has probado Viagra?”, a lo que respondí afirmativamente. Luego preguntó: “¿Y qué tal Muse?”. Admití que no lo había hecho. Ella dijo: “Probaremos otra vía: una bomba de vacío”. Sin demora, me derivaron a un especialista que me presentó el dispositivo.

    Es cierto que hablar de mis problemas con Claire fue humillante, pero su profesionalismo me tranquilizó: ya había pasado por todo eso antes. La información que me brindó fue exhaustiva y me infundió esperanza.

    Me enseñaron a utilizar la bomba de vacío y, para mi sorpresa, funcionó: logré una erección. Pensando que podría ser una solución sostenible, llevé la carta del especialista a mi consultorio. Lamentablemente, no mostraron mucho entusiasmo, principalmente por cuestiones de financiación. Después de semanas de idas y venidas, me dieron la aprobación.

    Cuando llegó la bomba, la probé y al principio funcionó. Sin embargo, con el tiempo surgieron complicaciones. Los anillos se apretaban hasta resultar incómodamente incómodos y, durante la intimidad, a menudo se deslizaban, lo que provocaba la pérdida de erecciones. La frustración aumentó y comenzó a afectar mi estado de ánimo y mi vida diaria. Me di cuenta de que esto no era sostenible: estaba erosionando mi bienestar.

    Durante una cita de seguimiento en el UCLH, Claire me presentó una última opción: el implante de pene. Me lo explicó con todo lujo de detalles y me aconsejó que lo comentara con mi esposa. Después de pensarlo mucho, decidí hacerlo y pensé: “Me lo compro por un céntimo, me lo compro por una libra”.

    Hace cinco años, tras una cancelación fortuita, Claire me llamó en septiembre para ofrecerme una cita la semana siguiente. Sin dudarlo, aproveché la oportunidad.


    ¿Cómo ha sido tratado por los profesionales médicos?

    En 2007, las opciones eran escasas y mis inquietudes eran a menudo desestimadas. No fue hasta que busqué ayuda en UCLH que recibí claridad y atención compasiva. Una vez bajo su protección, me explicaron todo detalladamente y me sentí realmente apoyada.

    Hasta el día de hoy, veo a Claire todos los años. Sigue intrigada por el modelo de implante más antiguo que tengo, ya que contrasta con los diseños más nuevos. Su atención y su experiencia me dejan sumamente satisfecho con la atención que he recibido.


    ¿Cuáles son las ventajas de un implante de pene?

    La colocación del implante es una experiencia increíblemente natural. Es sencillo: basta con introducir la bomba y ya está listo. Ofrece espontaneidad; mi esposa y yo podemos disfrutar de momentos íntimos cuando nos parezca adecuado. Después, es fácil desinflarlo, lo que te deja a gusto, satisfecho y sin tensión persistente.

    En comparación, tratamientos como Cavajet planteaban desafíos: la detumescencia tardía a menudo generaba vergüenza, especialmente cuando era necesario salir con una semierección. Con el implante, es discreto y no molesta. Nadie se da cuenta y me siento más seguro.

    Hay sensaciones peculiares, como al orinar, pero son molestias menores. La experiencia en general oscila entre ser profundamente intensa y sutil, pero es constante y confiable, un marcado contraste con las frustraciones anteriores.


    ¿Qué consejo le darías a los hombres que sufren de disfunción eréctil?

    No dejes que el miedo o la vergüenza te desanimen. Busca ayuda, habla con franqueza con tu médico de cabecera. Si no te ofrece el apoyo adecuado, busca otro. La diferencia en tu vida puede ser transformadora. Para mí, lo importante es seguir adelante y dejar atrás las dificultades del pasado.

  • Su viaje – Escuche la historia de Ryan

    Su viaje – Escuche la historia de Ryan

    Introducción a mi viaje con la disfunción eréctil
    Me llamo Ryan  y tengo 66 años. Durante los últimos seis meses, he estado en una relación con alguien maravilloso. Sin embargo, mi camino no ha estado exento de desafíos, el principal de ellos es la disfunción eréctil, una afección con la que he estado lidiando durante tres o cuatro años. Su inicio está entrelazado con mi diagnóstico de diabetes tipo 2. Al principio, no era consciente de la conexión, perplejo por el repentino declive de lo que siempre había sido una vida íntima vibrante y satisfactoria.

    A pesar de probar medicamentos como Viagra y Cialis, mi condición empeoró. En algún momento, la resignación se apoderó de mí. La intimidad con penetración se convirtió en un recuerdo y la acepté como mi nueva normalidad. No fue hasta una conversación con mi médico de cabecera y consultas posteriores con especialistas que comprendí que la disfunción eréctil era una consecuencia de la diabetes. Estas conversaciones también incluyeron a mi entonces esposa, ya que me preocupaban profundamente las implicaciones para nuestra relación.


    Explorando los implantes de pene

    El tratamiento
    Empecé con Viagra y luego pasé a Cialis, aumentando gradualmente las dosis para mantener la eficacia. Con el tiempo, incluso estas medidas resultaron inútiles. Después de un período de inacción, recurrí a las inyecciones en el pene, pero la progresión de mi enfermedad las hizo ineficaces también.

    Descubrí los implantes
    Me topé con el concepto de implantes de pene en foros de diabéticos, donde las personas compartían sus experiencias. Saber que un porcentaje significativo de diabéticos padecen disfunción eréctil iluminó mi situación. Este descubrimiento plantó la semilla de la esperanza y me presentó la idea de las soluciones quirúrgicas.

    Reacciones iniciales
    La idea de un procedimiento de este tipo me intrigó. Después de consultar a un urólogo, llegué rápidamente a la conclusión de que valía la pena intentarlo. Aunque el tratamiento era innegablemente radical, los testimonios de otras personas me tranquilizaron respecto de su eficacia. La decisión, aunque importante, parecía la conclusión lógica de mi búsqueda de una solución.

    La decisión de operarme
    La decisión de operarme no me llevó mucho tiempo. Aunque era consciente de la gravedad del procedimiento, la abrumadora cantidad de comentarios positivos que recibí solidificó mi decisión. Sorprendentemente, la recuperación fue menos abrumadora de lo que había previsto. El manejo del dolor fue sencillo y el proceso en sí resultó menos angustioso que las intervenciones médicas anteriores que había experimentado, como la vasectomía.


    Vivir con un implante de pene

    La sensación natural
    En términos funcionales, el implante imita los procesos naturales de forma notable. Restablece una sensación de normalidad, lo que permite una vida íntima plena. Por supuesto, existen diferencias sutiles: las erecciones matinales, por ejemplo, parecen intensificarse. La falta de ciertas sensaciones, probablemente consecuencia de la diabetes, prolonga la duración de la intimidad, lo que tiene sus propias ventajas. Aunque existen pequeñas imperfecciones, como el aspecto de la punta del pene, no han supuesto preocupaciones importantes.

    Conexión con la pareja
    Siempre he abordado el tema con franqueza. Ya sea que se trate de impotencia o del implante, la transparencia ha sido fundamental. En mi relación actual, me resultó más fácil hablar de este último tema, ya que representa una solución proactiva. La curiosidad ha sido a menudo la reacción principal, y mis parejas han apreciado tanto la honestidad como la intimidad restaurada. Para mí, el implante ha aliviado la ansiedad que rodea a este tipo de conversaciones.


    Navegando en la intimidad

    Preparación e interacción
    Prepararse para la intimidad se ha convertido en una experiencia compartida muy interesante. Mi pareja me ayuda a manejar el dispositivo, lo que añade una dimensión colaborativa a nuestra conexión. Aunque a veces ocurren contratiempos, como presionar por error la zona equivocada, la práctica ha mejorado tanto nuestra comodidad como nuestro disfrute.

    Ajustes posteriores a la intimidad
    Después de la intimidad, aprendí a retrasar la desinflación del implante hasta que se produzca la relajación, ya que esto simplifica el proceso. Con el tiempo y la experimentación, desarrollé estrategias que funcionan mejor para mí y mejoran la experiencia general.

  • Jonghwan y Ying: el viaje de una pareja a través de la disfunción eréctil

    Jonghwan y Ying: el viaje de una pareja a través de la disfunción eréctil

    Me llamo Jonghwan y tengo 52 años. Estoy casado y, en septiembre de 2012, recibí un diagnóstico que cambiaría mi vida: cáncer de próstata. En ese momento, no tenía síntomas perceptibles. La revelación surgió durante un análisis de sangre de rutina cuando solicité casualmente una prueba de PSA. Los resultados fueron elevados y una biopsia posterior confirmó la presencia de cáncer.

    Ante el diagnóstico, opté por la intervención quirúrgica. Justo antes de Navidad de ese año, en diciembre de 2012, me sometí a una intervención con el sistema robótico DaVinci. Aunque me habían informado de antemano de que la cirugía podría tener efectos colaterales, en particular en lo que respecta a la función eréctil, no creo que comprendiera del todo la magnitud de esas repercusiones. La absoluta urgencia de eliminar el cáncer dominaba mis pensamientos, lo que dejaba poco espacio para pensar en las posibles secuelas.

    La realidad de esos efectos secundarios se hizo evidente durante los controles que me hice a principios de 2013, alrededor de enero y febrero. Durante esas citas, mi médico me preguntaba si había algún signo de recuperación en ese aspecto. Lamentablemente, no lo había.

    Comencé a explorar varias soluciones. La primera fue un dispositivo llamado Muse, una especie de aplicador diseñado para administrar una pequeña pastilla en la uretra. Para mi consternación, no solo era ineficaz, sino que también era profundamente incómodo. La frustración solo aumentaba a medida que cada cita posterior, a menudo con un intervalo de tres a cuatro meses, traía consigo otra recomendación que no daba resultados.

    Luego probé Cialis, pero lamentablemente también resultó infructuoso. Entre cada consulta, ya fuera con una enfermera especialista o con mi médico, tuve que esperar meses, solo para experimentar la decepción de los tratamientos ineficaces. El prolongado proceso de prueba y error me resultó exasperante y mentalmente agotador.

    Este viaje, marcado por un progreso lento y una frustración creciente, subrayó el costo emocional de afrontar los desafíos posteriores al tratamiento.