Me llamo Jonghwan y tengo 52 años. Estoy casado y, en septiembre de 2012, recibí un diagnóstico que cambiaría mi vida: cáncer de próstata. En ese momento, no tenía síntomas perceptibles. La revelación surgió durante un análisis de sangre de rutina cuando solicité casualmente una prueba de PSA. Los resultados fueron elevados y una biopsia posterior confirmó la presencia de cáncer.
Ante el diagnóstico, opté por la intervención quirúrgica. Justo antes de Navidad de ese año, en diciembre de 2012, me sometí a una intervención con el sistema robótico DaVinci. Aunque me habían informado de antemano de que la cirugía podría tener efectos colaterales, en particular en lo que respecta a la función eréctil, no creo que comprendiera del todo la magnitud de esas repercusiones. La absoluta urgencia de eliminar el cáncer dominaba mis pensamientos, lo que dejaba poco espacio para pensar en las posibles secuelas.
La realidad de esos efectos secundarios se hizo evidente durante los controles que me hice a principios de 2013, alrededor de enero y febrero. Durante esas citas, mi médico me preguntaba si había algún signo de recuperación en ese aspecto. Lamentablemente, no lo había.
Comencé a explorar varias soluciones. La primera fue un dispositivo llamado Muse, una especie de aplicador diseñado para administrar una pequeña pastilla en la uretra. Para mi consternación, no solo era ineficaz, sino que también era profundamente incómodo. La frustración solo aumentaba a medida que cada cita posterior, a menudo con un intervalo de tres a cuatro meses, traía consigo otra recomendación que no daba resultados.
Luego probé Cialis, pero lamentablemente también resultó infructuoso. Entre cada consulta, ya fuera con una enfermera especialista o con mi médico, tuve que esperar meses, solo para experimentar la decepción de los tratamientos ineficaces. El prolongado proceso de prueba y error me resultó exasperante y mentalmente agotador.
Este viaje, marcado por un progreso lento y una frustración creciente, subrayó el costo emocional de afrontar los desafíos posteriores al tratamiento.
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